jueves, 16 de julio de 2015

¿Y ahora qué? ¿De qué sirve votar? Grecia

El martes pasado estuve comiendo y hablando con un amigo al que no sólo quiero mucho sino que respeto y admiro, y todo esto no va por dorarle la píldora, sino porque tengo en cuenta sus opiniones en cuestiones políticas. Hay gente que sabe de lo habla, y otros que lo hacen a golpe de titular. Él es de estos primeros y así como quien me conoce sabe que es muy difícil para mí no terminar hablando de política (o series, pero no era el momento), llegó a nuestra conversación Grecia. Yo había estado durante cinco días inmersa totalmente en la Comic Con de San Diego y no sabía cuál noticia era la más reciente, hasta que me dijo que finalmente Grecia se había plegado a las demandas homicidas de Alemania. - ¿Perdona? ¿pero entonces el referendum? Entonces el referendum no sirvió para nada. O dicho de otra manera, ha servido para que a) Alemania diera un golpe en la mesa dejando bien claro que a ella tonterías las justas y que eso de preguntar al pueblo no le gustaba, y b) para que los miembros de Syriza comiencen a dimitir. Conozco gente que está en contra de Grecia o a favor de Alemania. Creo sinceramente que a esas personas sólo le ha llegado la información por los medios de siempre, léase: televisión y periódicos de tirada nacional. Yo, personalmente, recomiendo siempre que la gente se haga una cuenta de twitter y lea más, de diferentes periódicos, revistas, o lo que es aún mejor, de gente que escribe desde allí contando paso a paso lo que ocurre, como son @Hibai_ o @pmarsupia entre otros. También que, aunque puede dar pereza (y mucha, más en verano), caigan ante algún artículo económico donde explican perfectamente por qué lo que ha hecho la Unión Europea es un golpe de Estado aplaudido por, entre otros, nuestro Presidente. Si lo hacen (cuando lo hagan), descubrirán varios puntos interesantes como que por mucho que digan España no le ha prestado a Grecia 26.000 millones de euros como no paraban de repetir, o que la mayor parte del rescate a Grecia ha ido a parar a los bancos extranjeros, como confirma el FMI, o que ganadores del Premio Nobel de Economía como Joseph Stiglitz diga que en realidad "[…] la mejor solución para Europa, si se va a romper, es que Alemania salga de la eurozona", o que Grecia sí perdonó, así como otros países, la deuda a Alemania en 1950, deuda que aún estaría pagando. Dicho lo cual, vuelvo al momento de la sobremesa con mi amigo. Mil preguntas vuelan una y otra vez por mi cabeza. Nosotros tenemos las elecciones generales en noviembre. - Vamos a ponernos en el caso totalmente imposible de que Podemos y Ahora en Común se alían y además, ganan por mayoría absoluta. ¿De qué serviría visto lo visto? -De nada. En cuestiones sociales, sí. En cuestiones económicas, de nada. Seríamos Syriza 2. - Entonces, ¿de qué sirve votar? ¿De qué sirve votar? ¿de qué sirve que casi un 70% de griegos respaldara a su gobierno para que dijera que no al chantaje europeo si al final ha firmado? ¿de qué sirve que medio mundo escribiera en cualquier sitio que le pudiera leer aquello de ‪#‎ThisIsACoup‬, utilizado incluso por el premio Nobel de Economía, Paul Krugman “Esto va más allá de la pura y dura venganza, es la completa destrucción de la soberanía nacional y sin esperanza de alivio"? ¿De qué sirve que los periódicos alemanes como Der Spiegel por fin cuestionen la actitud provocadora de Merkel y Schäuble? ¿De qué sirve intentar explicar que tras cinco años se ha confirmado que más propuestas de austeridad no van a ayudar a la recuperación económica, sino que van a postergar el problema hasta el infinito? ¿De qué sirve sentirse dueño del destino de tu país cuando al final descubres que alguien, a quien definitivamente no le importa que no tengamos cubiertas unas necesidades básicas, sólo le interesa cobrar una deuda que no es tal, sino una estafa? No paro de darle vueltas a la cabeza, buscando una solución que por ahora no se me presenta. Lo único que tengo claro es que después vamos el resto: España, Portugal, Irlanda… y no, no les vamos a importar tampoco nosotros. Esto es Europa ahora mismo. Ya lo advirtió Anguita en 1995 a raíz de la aprobación del tratado de Maastricht. Pero como siempre, nadie le escuchó.

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