miércoles, 27 de abril de 2011

Las bolsas de plástico (Monólogo de El club de la comedia)


Buenas noches.
Yo venía a hablarles de una de las cosas que más le gusta atesorar a los seres humanos y que, sin embargo, no da la felicidad: las bolsas de plástico.
Yo creo que ya, eh, ya, podríamos dejar de fabricar bolsas de plástico. Hay bolsas de plástico suficientes atesoradas en las casas como para ir tirando hasta que se extinga la humanidad.
El problema es que son gratis: Un día bajas al súper y subes: atún, leche, Maizena y dieciséis bolsas de plástico. Y claro, esas bolsas ya se quedan a vivir en tu casa. No las tiras. Las guardas por la misma razón que el teléfono de una ex novia, se supone que ya han cumplido su labor pero aún te pueden hacer un apaño.
Y claro la población de bolsas ha ido creciendo tanto que han tenido que organizarse en clases sociales.
Por ejemplo, la aristocracia de todas las bolsas son la bolsa del Corte Inglés… fina, elegante, plástico del bueno… Es como magia, todo lo que metas en esa bolsa se dignifica. Puedes entrar con un gato muerto en el hotel Palace que si va en una bolsa del Corte Inglés nadie te dice nada.
Luego está la clase media, las bolsas de supermercado. Las pobres a lo máximo que pueden aspirar es a suplente de bolsa de basura. Pero como son más pequeñas se llenan antes y nunca queremos reconocer que la bolsa de basura ya está llena.
Vas echando basura hasta que de repente en lugar de echarla, la posas en equilibrio. Y se va formando una pirámide y de repente, cuando ya no cabe más, tienes que meter una botella de Coca-cola de dos litros. No pasa nada, haces la técnica del banderillero: Sí, Con decisión, abres, clavas la botella, cierras la puerta y sales corriendo Y según te alejas se oye “clonc”. Aaah… pero tú ya no estás ahí. Porque existe una norma, no está escrita pero todo el mundo la conoce: “al que se le derrumba la pirámide cambia la bolsa.”
¿Se han fijado como se cambia la bolsa? Las chicas a la velocidad del rayo ¡zas! una lazada perfecta, dos orejas que ni el conejito Playboy. En cambio los chicos somos todo un espectáculo. Necesitamos meternos dentro de la bolsa. Sí, porque a los hombres no nos basta con hacer solo un nudo. Hacemos uno, y si queda sitio otro, y otro. Que al final parece un chorizo de nudos. Es curioso, las chicas un conejito y los chicos un chorizo. No se me ocurre nada para hacer el chiste…

Después de las del corte inglés y las del súper están las bolsas de clase humilde. Las verdes estas que no tienen marca. Que sirven para meter fruta, calcetines y abuelas. ¿No se han fijado que siempre que empieza a llover las abuelas sacan un bolsa verde y se la ponen en la cabeza?
Otras bolsas de clase humilde son las que nos dan en los aviones para vomitar. Que tiene narices, ¿eh? Que para una bolsa que nos da asco tocar nos la den sin asas. Es como si los guantes para tacto rectal, los hicieran sin dedos.
Pero sólo viviremos felices cuando exista un día en el que miraremos a una bolsa de plástico a los ojos. En el día en el que no cuente su clase ni su condición social. Pero sobre todo, seremos felices cuando en el DIA no haya que pagar cinco pesetas por una bolsa.
Fuente: El club de la Comedia

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