miércoles, 7 de marzo de 2012

Brais Ocampo


"¿Cómo tratar de expresar en tan poco espacio la pasión nacida de Tu piedra mojada, o la vida de este poeta ocioso e hiperactivo a un tiempo?

Leyendo sus versos uno llega a sentirse como un voyeur que espía el juego secreto en el que dos amantes se recrean...

...En Tu piedra mojada, el sexo se muestra como la fiesta que nos creó, donde el hombre da salida a su instinto de permanencia a través del único arte capaz de dar vida. La cama de los amantes se convierte en un oasis salvador frente a las injusticias. El deseo pone en contacto los instintos más primitivos con nuestros sentimientos más sinceros y limpios (en contra de los calificativos que algunos castradores imponen a los honestos placeres de la carne). Para Brais, el sexo es una adicción que responde a la necesidad de aferrarse a algo concreto, hasta declarar que está dispuesto a renunciar a la poesía y al mundo por Ella.

.... La promesa de sinceridad que Brais hace a los lectores implica la descripción exhustiva de la carne caliente. La sexualidad es ante todo fuente de vida y placer. La búsqueda de la felicidad está en ese ritual que esta obra se propone proclamar a los cuatro vientos. Así Tu piedra mojada nace de la necesidad de expresar lo innombrable, de unir carne y poesía para desvelar el secreto."

Fragmentos del prólogo
Iria Cortegoso Otero



SECRETO
(Introducción)



¿Quién no ha escuchado eso de que tendría que bajarse los pantalones ante la sociedad? Pues bien, por mi parte ha llegado el día y soy yo quien fuerza la situación para no ceder la iniciativa. Así, cuando me he bajado los pantalones la sociedad, que esperaba encontrar rendido mi culo, se encontró de frente con la pasión que nace bajo mis calzoncillos. Ahora, desnudo, estoy dispuesto a hablar del secreto, a practicar la creación. Sé que todos venimos del sexo y es hacia ese punto político de la relación entre personas, en el que todos nos encontramos, hacia donde me dirijo. Pero no de cualquier manera: sobre la barca de mis huesos remo por el río de la vida hacia el mar de sus fluidos. He descubierto con Ella al amor y me propongo mostrar el sexo con la carne.

Como siempre,
más que nunca
Feliz Revolucción.
Brais Ocampo


MIÉRCOLES

Soy un miércoles,
que se esconde
en tus viernes
por la noche.

Un miércoles, abandonado,
que te ve pasar por semanas
y te espera cada día.
Que se esconde cada lunes,
que sufre todos los martes.
Soy un miércoles, hundido
en el dolor de cada día.
Un miércoles sin jueves,
que resucita en tus viernes
por la noche.

Soy el que te agarra
la cabeza mientras vomitas
y te ofrece una cama
para verte dormir.
La mañana siguiente,
si tienes hambre
soy tu desayuno
y luego te hago la comida
e invito a cenar.

Los sábados son nuestro día,
los domingos me dejas
y los lunes se repiten
sin descansar.

Soy un miércoles
abandonado,
que vive tropezando
con el resto de los días
y se esconde
en tus viernes por la noche,
para masajearte los pies,
para dejarte dormida
hasta el desayuno
y despertarte con besos.

Soy un miércoles, todo rutina,
que sueña despertarte cada día.
Los sábados soy feliz,
los domingos me dejas.

Soy un miércoles,
sólo un miércoles
que se esconde
cada lunes,que sufre
todos los martes.
Sólo un miércoles,
hundido
en el dolor
de cada día.

Sólo un miércoles
sin jueves
que resucita
en tus viernes
por la noche.
¡Sólo eso!
Sólo… eso.





EL PISO GRIS Y LA MUJER DE COLORES



Te despertó de mañana; no hacía ni mucho ni poco que el sueño había vencido al calor. Todo era extraño, todo menos Ella: el olor de tu casa, el color de las cortinas, el sonido de la calle y la temperatura de la cama. Todo había cambiado. Todo… se llenaba de Ella. se amontonaba en todas las habitaciones. La nevera estaba vacía y era lo único, todo lo demás estaba lleno y revuelto. El ochenta por cien eran papeles de todo tipo y el resto, menos la sacudida cama, estaba ocupado por objetos inútiles varios: botellas vacías, cajetillas sin nada, zapatos sin pareja, calcetines encogidos, pantalones sin costuras o botones y ceniza, mucha ceniza, amontonada de otros tiempos en esquinas, mesas y ceniceros desbordados.

Le pediste te esperara. Saliste a la calle y compraste flores, que luego ni eso parecieron a su lado, dulces para el desgaste muscular y café, para no volver a caer en la trampa del soñar; lo querías todo real.

Al volver a tu casa, de nuevo sentiste todo distinto. Había cierta melodía alegre en el ambiente y la fiesta de colores estaba pariendo nuevas gamas. Todo era extraño. Quizá no lo notaste, por haberlo soñado muchas veces. Tu alegría era perfecta: despreocupada, inocente, salvaje y libre. ¡Cuánta utopía! Pero tú no lo notaste, hasta que, saltarín, te acercabas a la cama y una duda te enseñó, como en fotografía, el piso con el que convivías.

Se habría marchado? ¿Habría huido despavorida ante el demencial espectáculo del Diógenes de tu vagancia?

El piso envejecía lleno de restos de comida en cajas de pedido. La ropa florecía por los pasillos y se amontonaba en todas las habitaciones. la nevera estaba vacía y era lo único, todo lo demás estaba lleno y revuelto. El ochenta por cien eran papeles de todo tipo y el resto, menos la sacudida cama, estaba ocupado por objetos inútiles varios: botellas vacías, cajetillas sin nada, zapatos sin pareja, calzetines encogidos, pantalones sin costuras o botones y ceniza, mucha ceniza amontonada de otros tiempos en esquinas, mesas y ceniceros desbordados.

Temiste por tu vida. Sabías que si Ella no estuviera, no lo soportarías. Tu aliento se entrecortó, el contratiempo no fue fácil para tu corazón. Sujetado por una pared, alcanzaste, con voz temblorosa, a decir: "Hola". Y su contestación te devolvió la alegría. Los dedos de tus pies se burlaron de tu cobardía y se sintieron fuertes tus rodillas. Tu rostro cambió tan de pronto, que una lágrima hizo de arco iris en tus ojos. Con esa alegría en los pantalones, mezclada con una aguda vergüenza en el estómago y una extraña, para Ella, cara de sorpresa, la abrazaste como intentando tapar toda la luz de aquella mañana en un eclipse total. La abrazaste entregado, en silencio, sin querer compartir aquel amor con aquel piso. La abrazaste intentando quedarte lo que de Ella salía en su forma más pura. Desde un primerísimo plano, la oliste, sentiste todo su tacto y escuchaste su corazón. Luego, la besaste y las flores se rieron del papel; los dulces se perdieron en el piso y el café fue el único en enfriarse.

CARNE EN TU SARTÉN

Para ser carne en tu sartén
y lograr que me comas,
primero me limpio con esmero;
luego, espero y desespero
en un mar de esperanzas contra el reloj.
Hasta que llegas fría
como la distancia
y encendemos la chimenea de palabras
con la chispa del cariño.

El amor es un fuego lento,
una pasión que te cocina
hasta el punto del placer.



ADICTO

Lo primero es el amor;
después del sexo va el café,
la primera meada del día
y ese porro mañanero
que completa el desayuno.

Después vamos a la ducha
y jugamos con el agua,
y nos tocamos y limpiamos,
y nos limpiamos y tocamos,
hasta volver a empezar.

Me tiro a tu piel;
tú estás al otro lado.
Mi dolor te necesita
como a un fármaco.
Me pones tanto, amor,
que estoy puesto
y dispuesto todo el día;
qué otra cosa podría hacer mejor:
que involucrarme entre tu carne,
que ser despertador consolador
de todos tus buenos días.

Adicto, te quiero como a un vicio.
Me tiro a tu piel. Eres como la droga
de la teta materna, irrepetible
como la primera relación.

Sé que estoy puesto, todo el día,
que parezco un yonqui buscando tu sexo;
pero es que nuestro amor, o lo hacemos
o es síndrome de abstinencia.



MORIR DE PLACER



Propones nunca salir de esta cama. Ella te besa y dice: Eso es imposible. Le cuentas que deseas amarla a todas horas y sin límites convertir vuestro mundo en una pequeña isla con dos corazones, en una bola de helado con ambos sabores. Ella te vuelve a besar y dice: Tonto, tú lo que quieres es morir de placer. Entonces, casi descubierto, le hablas de tu tesis; crees firmemente que morir de placer es imposible, que podrías hacerlo hasta caer feliz de hambre o sueño y Ella comerte despacio, primero la piel, luego la carne hasta volverse loca por tus huesos. Ella te mira con asco, y mientras se viste destroza tu eutanasia.

POÉTICA

Os voy a ser sincero
os voy a decir lo que hago;
no siempre digo la verdad
cuando ocioso me desnudo
para tumbar las palabras
hermosas, en mi cama.
A veces las atraigo con caprichos
o las meto con el calzador
de Blancanieves.
“Los cuentos no son armas
para dormir al niño”
despertar del sueño es bienvivir.
Las lenguas
sexo oral
y palabras...
que empiezan
por enseñarnos
a decir mamá
y acaban
por hacernos
papá
que enseña
a hablar a la cuna.

Os voy a decir la verdad;
os voy a ser todo lo sincero
que mis dudas me permitan.
Me desnudo antes del poema
luego escribo y fumo
hasta llenar el papel.
Claro que muchas veces leo,
claro que siempre dudo cuando pienso
y hace ya tiempo que pienso en la duda
¡y me reconforta!
como al que acumula dinero
saber cuánto tiene.

Os voy a ser sincero
reflexionando todos los días
me sobran los días de reflexión:
El presidente debiera ser
una mujer embarazada
y darle en el propio parto
el relevo a otra mujer
en igual condición.
Y si se vuelven a poner
pesados con lo del rey
que sea el cargo rotado
entre los propios bebés.

Os voy a ser sincero
y para ello
en vez de hablar
escribiré.



TUS PALABRAS Y LAS MÍAS

Existen tus palabras y las mías
pero no nuestras palabras.
Tú dices amor y entiendo te quiero,
yo digo amor y entiendes deseo.
Tú dices te quiero cuando yo deseo.
Yo pienso en sexo cuando hablas de amor
y en hacer el amor cuando hablamos de sexo.
Tú hablas de amor cuando sientes deseo
y dices te quiero cuando el sexo se hace amor.

Existen tus palabras y las mías
y hablamos y discutimos y nos dejamos
con palabras sin gesto de despedida,
nos decimos basta y luego nada.

Existen tus palabras y las mías
aunque me prestes tu piel
aunque mi vida te entregue.
Existen tus palabras y las mías
que se multiplican en silencio
hasta llenarnos la boca toda.

Existen tus palabras
que nombran tus cosas
o califican las otras.
Existen mis palabras para nombrar tu cuerpo
y mis sonidos para decir
no pares.

Existen tus palabras y las mías,
cada uno le pone el punto a su y.
A ti te gusta que te recite bien alto,
a mí que me respires el oído.
A mí me gusta ahogarme en tus besos;
que tú respires el oxígeno de mis pulmones
y yo el carbono de tus huesos.

A mí me gusta escucharte,
a ti estar callada.
A mí me gusta interpretarte
a ti ser la última palabra.

Existen tus palabras y las mías,
yo digo hasta siempre,
tú dices se acabó.
Tú dices hasta luego,
yo por ahí nos vemos.
Tú dices: yo me quedo.
Yo digo encantado
y tú te quiero.

Existen tus palabras y las mías
pero no nuestras palabras.
Yo digo amor y entiendes te quiero,
tú dices amor y entiendo deseo.
Yo digo te quiero cuando tú deseas.
Tú piensas en sexo cuando hablas de amor
y en hacer el amor cuando hablamos de sexo.
Yo hablo de amor cuando siento deseo
y digo te quiero cuando el sexo se hace amor.

Existen tus palabras
desde el teléfono,
las de tus amigas,
las palabras en familia
y las que son para mí
que pudieran ser para otro
y de lo contrario me convencen.

Yo tengo palabras por carne,
toda mi agua son letras
y lloro puntos suspensivos,
tras cada punto final.
Para ti me ordeno
terco y obstinado
de la cabeza a los pies,
hasta decir basta
y luego nada.

Existen tus palabras y las mías
pero no nuestras palabras.
Si pensamos lo mismo
lo expresamos diferente.
Si lo mismo decimos
con diferente sentido.
Así somos: especiales y normales,
tan diferentes y casi iguales.
Lo nuestro son reflejos
de un espejo singular.

Existen tus palabras y las mías
pero no nuestras palabras.
Tú dices amor y entiendo te quiero,
yo digo amor y entiendes deseo.
Tú dices te quiero cuando yo deseo.
Yo pienso en sexo cuando hablas de amor
y en hacer el amor cuando hablamos de sexo.
Tú hablas de amor cuando sientes deseo
y dices te quiero cuando el sexo se hace amor.

Existen tus palabras y las mías
y hablamos y discutimos y nos dejamos
con palabras sin gesto de despedida
nos decimos basta y luego nada.

Existen tus palabras y las mías
lo sé cuando te escucho y no entiendo nada,
cuando te hablo y no me comprendes.
Lo sé y escribo mis palabras
para que las leas con las tuyas.




DESDE SU SEXO HASTA TU CEREBRO

Ella tenía en su boca tu sexo.
Tú besabas en aquel lugar secreto
la guinda dulce de su sabrosa carne caliente.
La besabas como achicando agua de una patera
alucinado, desesperado y casi inconsciente por la temperatura;
sentías dos fuegos que jugaban el juego de perderse en el bosque,
de acabar, tumbados, con la vergüenza del secreto mojado.

Jugaban a desear, a no terminar.
Jugaban a acariciar el placer, a besar el deseo.
Jugaban... a jugar con el sexo del otro.

Tú jugabas ciego con el botón de su electricidad,
borracho de sus fluidos, entregado a la felicidad…
Ella buscaba en tu caja de herramientas
la llave de su puerta para jugar,
y le daba aire y besos y fuerzas,
y te abría y cerraba la ventana
por donde en sueños como éste
mojas la cama de dormir.

De pronto, el placer que Ella te dio
hizo que tu cuello se desplomase
y desde allí, llamando a Dios,
viste en todo su esplendor su sexo,
mojado como un pez, misterioso como el futuro.

Estabas en tu cama,
sus piernas eran tus paredes
y su pelvis tu cielo
cuando un primer contacto húmedo
se mezcló con el sudor de tu frente.
Desde el cielo, sí, desde el cielo
de los que creen en el amor carnal,
una gota llegó para darte el perdón
y abrirte los ojos; luego, una segunda
para que la pudieses contemplar
deslizarse por la vía más corta
desde su sexo hasta tu cerebro.



QUE ME COMAS

Te lamería el clítoris
hasta que la lluvia no cogiese
babando entre tus piernas.
Luego también con la lengua,
llamaría a tu puerta
como si de un timbre se tratase;
primero una vez, luego dos,
y cada vez más rápido
escrbiría una enciclopedia en morse.
Después levantaría la cabeza
para ver tus ojos de cristal,
dominando los gestos descompuestos
de la carne de tu cara.



BUENOS DÍAS

Practicad los buenos deseos,
siempre que podáis, todas las mañanas.
Tened orgasmos
antes de dar los buenos días.



El libro TU PIEDRA MOJADA sale a la venta el 9 de marzo en EDICIONES INTERMITENTES.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Sexo

He tenido en el plazo de una semana varias conversaciones referidas al sexo –ese gran tabú en nuestra sociedad- y me he acordado de lo que se decía en mi época de la edad del pavo, “si le das la leche, no comprará la vaca”, o lo que es lo mismo, si te enrollabas con un chico –besos y acaso algún toqueteo- no saldría formalmente contigo. Y entonces me he puesto a pensar, algo que hago de vez en cuando. Seguro que eso lo dijo alguien con complejo. Expondré mi teoría. Deduzco de la dichosa frase en cuestión que lo que viene a decir es, “enamórale con tus encantos antes de acostarte con él por si luego no vuelve a llamar”. Bien, si quien inventó la frase fuera guapa o tuviera buen cuerpo o, dicho de otra manera más directa, estuviera buena, seguro que no habría ningún problema en que el chico en cuestión volvería a llamar.
El sexo es algo natural y mientras se haga queriendo y con seguridad, ¿por qué no?
Seguimos en una sociedad hipócrita y puritana donde si unos adolescentes se acuestan juntos en una serie al capítulo siguiente la chica teme haberse quedado embarazada (mi generación recordará el capítulo de Brenda en Sensación de Vivir, por ejemplo). ¿No sería más fácil enseñar en esas series a que usen protección? ¿Tanto escandaliza ver un preservativo/condón/goma/capucha? Y eso por no hablar de la falta de educación sexual en las escuelas.
Aún todavía persisten varios tabúes con este tema y si no me creen les voy a poner varios ejemplos: las mujeres no piensan tanto en el sexo, las mujeres no ven porno y, por supuesto, las mujeres no se masturban. Esto no es real, y de acuerdo que no lo vamos a sacar en una conversación hablando de la situación política en España –aunque bien que nos están dando por culo- pero en el caso de que salga, ¿por qué negarlo? No te hace ni más ni menos mujer pero desde luego lo que sí que ocurre es que serás más sincera. Y no se ofendan, señoras mías, pero es que eso ya no hay quien se lo crea. Hay excepciones, por supuesto, y sinceramente, no saben lo que se pierden.

Volviendo al principio de la entrada, recuerdo que tres del mismo grupo de amigas perdimos la virginidad con pocos meses de diferencia: una con un extraño, otra con un chico con el que tenía confianza pero no iba a volver a ver y la última con el novio. Y es que hay para todos los gustos y colores y posiciones y lugares y hay que dejarse ya de escandalizarse porque se haya visto un pezón –curioso, el resto del pecho se puede ver sin problemas- o por escribir la palabra pene o, sin ir más lejos, lo bonito y bien visto que está el cuerpo femenino y lo oculto que se encuentra el masculino, y si no, díganme, ¿cuántas veces han visto un desnudo integral masculino sin que sea noticia?
Y no pretendo escandalizar, como parece que sucede si se escribe sobre sexo, solo reivindico la naturalidad. Es como esos videos porno japoneses donde pixelan los genitales pero no tienen problema en que trate de un abuso o una violación –recreaciones, ojo, que ninguno son reales-.
Por un lado una piensa que se debe a la educación tan profundamente religiosa que se ha vivido y que, si no lo impedimos, seguirá arraigada en este país, ya que todos sabemos cómo funcionan los mandatos de la Santa Madre Iglesia, a pesar de que no sean precisamente un ejemplo de buenas prácticas, pero ese es otro tema.
Sin embargo, si bien es cierto que los ateos hablamos del sexo con más libertad que los católicos, teniendo en cuenta que no todas las sociedades son religiosas y cada vez menos, ¿dónde está, pues, el problema? ¿Por qué si una mujer se acuesta con quien quiera –y cuántos quiera- es una puta? ¿Por qué se le da de lado? ¿Por qué no pueden enseñar un brazo en Afganistán, por ejemplo, ya que dicen que incita al sexo? ¿Por qué siguen echando aún hoy en día a las mujeres que dan de mamar a sus bebés en sitios públicos justificándolo en que provoca pensamientos obscenos?
Espero que cambiemos el hecho de que todavía se soporte mejor una paliza que un polvo, dicho vulgarmente.
Y todo esto para terminar diciendo: “Si te preguntan, y tú quieres, no te autocensures, disfruta, a nadie le amarga un orgasmo”.