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lunes, 23 de agosto de 2010
EL BURRO Y LA ZANAHORIA
Una podría pensar que iba a soñar con Take That después de haberles visto bailar un tango, con la película Amigas para siempre que me animó la tarde del domingo o con algo relacionado con lo último que hubiera leído antes de irme a dormir, pero no, el subconsciente hace lo que le da la gana y he soñado que montaba a caballo. Bueno, era un caballo pequeño, como si fuera un asno con pinta de caballo (de hecho en el sueño pensaba que quizá estuviera aplastando al pobre animalito con mi peso). No pidáis explicaciones, ya sabéis cómo va esto de los sueños (y si no, recomiendo ver la película Origen, aviso, dura más de dos horas).
De todas maneras, la cuestión es que mi sueño me ha hecho pensar en esos pobres burros que van detrás de la una zanahoria que jamás conseguirán alcanzar, y he pensado que se parecía mucho a los humanos tratando de alcanzar la felicidad (espero que no os sintáis ofendidos con la comparación).
Hay veces en que parece que la zanahoria está más cerca y entonces andamos y andamos y andamos con mucho más vigor, con la esperanza de pegarle un buen bocado. Hasta que se da uno cuenta que por mucho que ande no la consigue alcanzar, y ya, el camino se hace más cansado y ralentizamos el paso, hartos del engaño.
Puede que luego nos cambien la zanahoria (la anterior ya ha pasado a mejor vida con el tiempo) y entonces se nos pasa por la cabeza que esta sí va a ser nuestra, y el proceso se repite.
Entonces, mi pregunta es… ¿y si la propia felicidad no está tanto en conseguir la maldita e inalcanzable zanahoria sino la misma ilusión de lograrlo? ¿la esperanza de que algún día será nuestra?
Habrá gente que me diga que no es una metáfora muy acertada, porque ellos sí que conocen personas (puede que haya suerte e incluso que ellos mismos sean esas personas) que son felices, que lograron comerse la dichosa zanahoria. Bueno, puede ser. Puede que a base de esfuerzo lograran romper la cuerda que les ataba y antes de que nadie se diera cuenta, se tragaban el manjar tan deseado.
Quizá, todo esto me ha venido a la cabeza simplemente porque hoy vuelvo al trabajo después de las vacaciones de verano, y no me está sentando muy bien darme cuenta de que septiembre está a la vuelta de la esquina, con sus días más cortos y sus lluvias. Pero eso es otra historia.
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"¿y si la propia felicidad no está tanto en conseguir la maldita e inalcanzable zanahoria sino la misma ilusión de lograrlo? ¿la esperanza de que algún día será nuestra?"
ResponderEliminarBueno, yo creo que algo de eso hay, sí. Somos protagonistas de nuestras ilusiones y de nuestros esfuerzos... y de mantener con ello vivo nuestro derecho a la esperanza. pero, cierto, no pasa lo mismo con los resultados, con los logros, los errores, las ganancias o las pérdidas en la vida. Lo humano es renovar cada día la ilusión y el esfuerzo con esperanza. Intentarlo cuando menos. Y estar atentos, las cosas ocurren también aunque no las esperemos ni en sueños.
Algo traerá septiembre.