Hambrienta de una voz que cruza océanos,
que viaja con la brisa,
una voz que pasa entre bosques, cactus, tortugas, caracoles...
que tarda en hacerse oír.
Hambrienta de unos ojos que miran a través de la botella,
a través de unas gafas,
por encima de unas cartas.
Hambrienta de unas manos que eligen canciones
que hablan de lo que la voz no dice,
porque no llega...
Hambrienta de un deseo, de un sueño, de lo inefable...
Maldiciendo la latitud y la longitud,
agarrada a unas letras para seguir pasando hambre
hasta que los dados caigan, la ruleta se detenga
o la voz llegue a su destino y me acaricie el oído...
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