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jueves, 27 de enero de 2011
Querido tío:
Querido tío:
Te escribo porque hoy la prima Julia me ha confirmado lo que yo ya había intuido en casa entre cuchicheos, que te estás muriendo.
Como bien supondrás, no lo siento en absoluto, y no es porque sea una adolescente rebelde, huraña y malvada, como tiende a decirme mi hermana pequeña, sino porque aún recuerdo como si fuera ayer lo que me hiciste con tan sólo nueve años.
Espero que no tengas la caradura de negar nada, un niña de nueve años no se inventa esas cosas, ni las sueña, ni las saca de ninguna película.
Tranquilo, vas a morir sin que nadie lo sepa, no soy capaz de arruinar la vida de mis padres contándoles esto, sólo les causaría más daño, pero al menos quiero que recuerdes (si es que has sido capaz de olvidarlo) cómo te aprovechaste de la inocencia de tu sobrina pequeña.
Fue exactamente el 13 de diciembre, en el nacimiento de mi hermana Claudia. Me dejaron por primera vez (y última, por supuesto) dormir en tu casa mientras todos se iban al hospital. Al fin y al cano, tú eras el tío divertido, alegre, que me compraba cromos de Candy, Candy.
Estaba tan contenta y nerviosa que no era capaz de dormir y me dejaste quedarme contigo en el sofá a ver una peli de mayores. Cuando muchos años después la echaron por televisión y la reconocí, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y hasta tuve que ir al baño a vomitar. El último tango en París. ¡Qué hijo de puta!
Hacía frío pese a la calefacción, así que me dijiste que compartirías la manta de punto que había hecho la abuela, tu madre, y me sentaste entre tus piernas rodeándome con los brazos. ¡Guau! qué brazos más fuertes, ¿verdad, tío? y qué manos más grandes para tocar unos pechos tan pequeños...
"¿Por qué no jugamos a ser los actores de la peli?" me susurraste mientras tu dedo jugueteaba con la goma de la cintura del pantalón.
Yo seguía con los ojos perdidos en la pantalla de la televisión, sintiendo que algo no marchaba bien.
"Tengo que ir al baño" dije, y traté de incorporarme, pero tus piernas se cerraron como una pinza en torno a mí.
"¿No puedes aguantar?"
Respondí que no con la cabeza y empecé a tratar de moverme. ¡Ja! Joder, me sacabas treinta años y mil kilos, era como tratar de desasirse de una estatua de mármol.
Te lo pensaste unos instantes que se me hicieron eternos y luego supongo que decidiste que no pasaba nada, total, tenía que quedarme allí, ¿verdad, tío? ¿qué iba a hacer una cría de nueve años? Pero tu sobrina no era tan tonta como pensaste. Cuando me levanté vi de reojo que te habías sacado el pene del pantalón y tenías una erección. Eso fue lo que terminó de asustarme.
Fui corriendo a la habitación y cerré con cerrojo antes si quiera de que te dieras cuenta de qué era lo que pasaba.
Los gritos y los golpes en la puerta también los recuerdo perfectamente, me acompañaron en muchísimas pesadillas en las que el final era diferente y lograbas colarte rompiendo la puerta de una patada. Pero no la rompiste, y no te abrí, y me tiré toda la noche sentada en el suelo, pendiente de que esa puerta no se volviera a abrir.
Al día siguiente oí la voz de papá y por fin salí, demacrada, con ojeras, y enferma por el frío que había pasado en el suelo. Nadie dijo nada, claro, había sido muy buena y me había portado muy bien, dijiste, mientras me echabas una mirada que mi padre no vio, completamente amenazadora.
¿Recuerdas todo esto, tío? ¿Lo recuerdas?
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uffff ..... sin palabras .....
ResponderEliminarEs un poco fuerte, ¿que es exactamente? Un fragmento de alguna historia? Mientras no sea una historia personal o cercana....
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Alba, me has dejado sin palabras. Impactante...
ResponderEliminarSolo de pensar a la cantidad de niñas que les puede pasar eso de verdad..... ufffff!!!!
ResponderEliminarJoé Ainara, he estado en tensión casi todo el relato! Vaya situación más espantosa! la pena es que es real como la vida misma.
ResponderEliminarA mí me ha pasado como a Carmen... todo el rato en tensión y deseando que no acabase como me esperaba. Por suerte no fue así, aunque es igual de escalofriante, qué horror.
ResponderEliminarTambién opino como Perse, mientras no sea un relato cercano...
Un besazo, cariño.
Escalofriante... una historia terrible que en pleno siglo XXI sigue ocurriendo...
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