sábado, 17 de julio de 2010

Uno siempre se acostumbra rápido a lo bueno


Estoy sentada en el hall del hotel, acabo de salir de la habitación y ya he pagado la factura. Al final no me he decidido por bajar a la piscina, sino por recogerlo todo tranquilamente e irme desperezando mientras asimilaba que todo lo bueno se acaba.
Se acabó también la serie que veía (sólo fueron ocho capítulos), el servicio de habitaciones, la sensación de libertad y la experiencia, ahora queda volver.
El tren no sale hasta las 18:00, así que llegaré tarde a Madrid, y mientras tanto, miro esta semana y analizo día a día, preguntándome si ha merecido la pena y si he encontrado lo que estaba buscando, como la canción de U2.
Me costará acostumbrarme de nuevo a los horarios impuestos, al trabajo (el alivio es la empresa cierra quince días por vacaciones en agosto, aunque no haya sitio al que ir), a las llamadas (aunque alguna se ha colado en esta semana) y al ritmo mortífero. Me quedaría una semana más, quince días, puede que incluso un mes más.
Me ha encantado el hotel y los que trabajan aquí, desde el rubito cortés hasta el camarero buenorro de la cafetería, pasando por las señoras de la limpieza. Así que ya sabéis, si tenéis oportunidad de venir, alojaos aquí.
Por lo demás, es cierto que no he venido como una turista más, no pretendía verlo todo, ni meterme en cada iglesia por lo que puede parecer que no he hecho más que estar en la habitación. Puede ser, pero desde luego no me arrepiento, era lo que buscaba, tranquilidad, sentirme a gusto, descansada y relajada.
Gracias a los que habéis seguido mi viaje, por vuestros comentarios y por vuestro interés.
Ahora, si me viene el hambre, cosa que sinceramente dudo bastante, comeré algo, antes de cruzar los dos pasos de peatones que me separan de la estación, como toda una ejecutiva agresiva, con el portatil a cuestas, con mis mejores galas, con la edad adecuada, siendo otra persona más fuerte y con menos miedo.
Me gustaría llevármela a Madrid, pero por si acaso decide quedarse, llevo a mano el orfidal.

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