martes, 12 de abril de 2011

Cementerios, porque no todo es el terror en estado puro I. Praga y Roma

Si hay algo que siempre me ha gusta han sido los cementerios aunque la verdad sea dicha, de diferente manera según avanzaban los años. Hoy os voy a poner aquí una selección de cementerios más o menos importamtes, más o menos famosos, pero todos con algo interesante en su interior. A la mayoría de ellos los he visitado, y los que no, espero hacerlo pronto. Por otra parte, comentaros que si os gusta la entrada, hay varios libros que hablan precisamente de estos lugares tan evitados por la mayoría, auqnue se pierdan rincones únicos que realmente merecen la pena.
PRAGA


El cementerio judío se creó en 1439 (así data la primera lápida de Avigdor Karo. Tienen sepultadas treinta mil personas desde 1439 hasta 1787 en el pequeño cementerio judío que marca el centro exacto del barrio. No hay lujosos panteones, ni monumentos de costosos mármoles, no hay flores, ni adornos, ni cruces, ni estatuas… allí solo encontraremos miles de lápidas amontonadas sin orden ni concierto, como si en un juego macabro hubiesen sido colocadas azarosamente por manos invisibles en lejanas noches oscuras y silenciosas.



Quita el aliento ver esa cantidad enorme de piedra gastada y renegrida, arrumbadas, inclinadas y apiladas unas sobre otras, como peleando un lugar en el recuerdo. Todas están protegidas por un techo verde de robles y castaños. Parece, de hecho, sacado de un cuento gótico o de una película de Tim Burton.


De los famosos enterrados, el más conocido de todos es el gran erudito y maestro religioso Judá Loew ben Bezalel, conocido como el rabino Loew (d. 1609), que se asocia con la leyenda del Golem, un muñeco de barro creado por Loew para defender a los judíos de Praga, pero que enloqueció y no pudo cumplir su tarea.



La parte triste de la historia, sin embargo, no está en este cementerio de los que murieron en paz, sino en el Museo Estatal Judío que exhibe candelabros y estrellas de David que se pudieron recuperar después de los destrozos y saqueos sufridos por el barrio en la Segunda Guerra.


ROMA


Es un encantador jardín arbolado, donde yacen las tumbas de algunos de los alemanes e ingleses más famosos del siglo XVIII. Antes de llegar, en la misma calle sorprende la visión de la extraña pirámide tipo egipcia que mandó a construir el pretor (juez) romano Cayo Cestio en el año 12 a.C., cerca de la Porta di San Paolo, para que le sirviera de mausoleo. El cementerio protestante funciona como tal desde 1738 para los no católicos de Roma, y se le llama también en Cementerio de los Poetas.
Yacen los restos de cuatro mil almas, en su mayoría extranjeras, de protestantes, ateos y judíos, a quienes los cementerios católicos por su condición de "diferentes" no quisieron dar descanso eterno.

Entre sus intrincados senderos se encuentra la tumba del famoso poeta romántico John Keats, muerto de tuberculosis en 1821, cuyo epitafio reza con humildad: "John Keats, joven poeta inglés: aquí yace uno poeta cuyo nombre fue escrito en el agua". A su lado se guardan los restos de su amigo y poeta Joseph Severn (fallecido en 1879).

Muy cerca, también, se encuentra la tumba de Percy Bysse Shelley, quien escribió "Pensar que uno puede ser enterrado en un lugar tan dulce, hace que uno se enamore de la muerte", escribió tras visitar el camposanto poco antes de que se ahogara en las costas del mar Tirreno frente a la región de Toscana. Su vida fue tan romántica como su obra: estando casado, huyó a Roma con la novelista Mary Wollstonecraft (conocida más tarde como Mary W. Shelley), hija de la homónima primer feminista del mundo y autora de Frankenstein. Cultivó la amistad con el poeta Lord Byron hasta que en 1822, poco antes de cumplir los 30 años, Shelley murió ahogado en una tormentosa travesía en barco de Livorno a La Spezia.

El cementerio de los protestantes, como también se le conoce, parece haber superado los problemas de abandono que le hicieron ser incluido en 2006 en la triste lista del Fondo de Monumentos Históricos del Mundo, que agrupa los cien lugares del planeta que corren más peligro.

Ahora sus monumentos, sus estrechos caminos, sus mausoleos extravagantes y estatuas espectaculares, donde campan a sus anchas los gatos romanos, han recuperado su idílica atmósfera y romántico encanto.

Gracias a las donaciones privadas, pues no existe financiación pública, vuelve a ser uno de los espacios más especiales de la Ciudad Eterna.

El camposanto está gestionado por las embajadas de catorce países, que tienen enterrados una importante representación de sus compatriotas, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania o Rusia, y también se ocupan de cuidarlo decenas de voluntarios, enamorados de sus recovecos y sus misterios.
Su añejo esplendor sigue intacto, a pesar de todos los problemas, y resulta siempre un oasis de descanso y de retiro del ruido ensordecedor de la caótica Roma; un lugar donde relajarse con la literatura. Basta con leer extractos de poesías o de grandes obras literarias inscritas en las tumbas.

"Nada en él se deshará, pues el mar cambia todo en un bien maravilloso", se lee en la tumba de Shelley, una frase que su amigo Lord Byron hizo grabar de un pasaje de "La tempestad" de Shakespeare.


Es, además, un extraordinario museo a cielo abierto gracias a la belleza de esculturas como la de la tumba de Emelyn Story, para quien su marido, el escultor estadounidense William Story, alzó un ángel que llora sobre la lápida cubriéndose el rostro con el brazo

2 comentarios:

  1. Me flipó la última foto. Me ha encantado. ¿Es un trabajo tuyo de investigación? Podrías mandarlo a alguna revista, es más que publicable

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  2. No, las fotos no son mías, mis fotos están en casa, aunque es cierto que las debería cambiar. Sobre los textos, de aquí y de allá. El cementyerio de Praga, eso sí, es muy gótico, tétrico, perfecto para fotos, pero muy, muy, muy triste...

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