viernes, 3 de junio de 2011

Umita

Umita medía 1.70 cm., pesaba más de cien kilos y ese no era su verdadero nombre pero si te lo revelara tendría que matarte.

Cuando era la persona con el nombre que no te puedo decir vivía en una gran ciudad, era la mediana de una familia de trabajadores que trataba de llegar a fin de mes y sí, aún vivía con sus padres. Y cuando era Umita básicamente no cambiaba nada excepto que se enfundaba un mono de lycra de color rosa chicle Barbie (que, seamos sinceros, no es que le quedara muy bien) y manejaba una katana con una empuñadura a juego con el mono. Antes muerta que sencilla y ella era una super heroína con, llamémosle "clase".


Todo comenzó una tarde en la que estaba sola en casa con sus dos hermanos, viendo por octagésima vez la película Kill Bill.
-De mayor quiero ser "la Novia".- dijo ella.
-No podrás, nadie querrá casarse contigo.- contestó su hermano mayor, y los dos varones comenzaron a reírse de ella.
De pronto, oyeron unos gritos que provenían de la calle. Un par de adolescentes le habían quitado el balón a un crío de unos ocho años.
-Esto es una vergüenza.- dijo Umita en voz alta mientras se dirigía a la puerta para bajar y ayudar al niño en apuros a la vez que sus hermanos corrían a la ventana para no perderse el espectáculo.
-¿Se puede saber qué estáis haciendo? Devolvedle el balón ahora mismo.
Los dos adolescentes se giraron para mirarla y comenzaron a reírse a carcajadas.
-¿Y qué vas a hacer si no, vaca? ¿Tirarte encima nuestra y aplastarnos? Antes tendrías que pillarnos.
Ella le guiñó un ojo para tranquilizar al dueño de la pelota, que estaba ojiplático y sin saber qué estaba pasando realmente en ese momento. Umita se arremangó y dio un paso hacia los adolescentes.
-Uy, que viene-exclamó uno con sorna- Venga, devuélveles la pelota no sea que nos haga daño.
Su compañero le miró, asintió, sonrió y pateó el balón con toda la fuerza de la que fue capaz dirigiendo el esférico hacia el centro de la cara de nuestra protagonista.
Primero, sintió un crujido; luego, el sabor a sangre y para terminar, el suelo con el que chocó al caer por el impacto y acto seguido, un dolor que le traspasó entera. Acababan de romperle la nariz.

Podría haber recordado como sus hermanos bajaron corriendo a la calle, como el mayor intentaba levantarla y como el pequeño le devolvía el objeto de la disputa al niño que salió de allí corriendo por si alguien le echaba a él la culpa de algo. Podría haberlo recordado, sino fuera porque se había desmayado... [continuará...]

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Puff, qué dura es la vida del héroe, de la heroína en este caso...

    ResponderEliminar